EL CAZADOR CAZADO.
Estábamos
en el Ceccinni,
donde
a penas bebíamos.
No
sé por qué me dieron ganas de vomitar, y me fui al baño.
Allí
un punki con cresta, vio la jugada, y me ayudó.
Me
puso la mano en la frente, mientras rabeaba en los meaderos.
Pero
no estaba tan mal.
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